ESPECULACIÓN Y ESPÍRITU DE EMPRESA

Acostumbro a releer, no sólo como aficionado, sino también por exigencia de mi profesión, los escritos clásicos de los grandes maestros de la Economía. Utilizo aquí el término clásico no con el significado de antiguo, sino como aquello que, independientemente del momento en que se realizó o escribió, trasciende el tiempo histórico para convertirse, por su genialidad, capacidad de análisis y precisión, en fuente de inspiración continua para todas las épocas posteriores.

Mientras realizaba una de esas lecturas habituales, me encontré por casualidad con algunos comentarios incisivos y clarificadores que, ante la avalancha de noticias preocupantes en los últimos tiempos en España, concentradas en el mundo del negocio fácil – tanto público como privado -, no he podido resistir la tentación de transcribir para que todos hagamos examen de conciencia sobre las repercusiones que tales conductas pueden ocasionar en la credibilidad y potenciación del sistema económico general.

Se trata de la obra crucial de John Maynard Keynes, no catalogable precisamente como liberal, titulada “Teoría General de la ocupación, el interés y el dinero”. Publicada por primera vez en 1936 creo que no exagero si afirmo que sus ideas, para bien o para mal, han sido con mucho las más influyentes en la política económica práctica de todos los países del mundo Occidental desde entonces.

El capítulo 12 lleva por título “El estado de las expectativas a largo plazo”. En él se explica que el estado de confianza es un asunto al que los hombres prácticos conceden la atención más estrecha y preocupada siendo uno de los principales entre los factores que determinan la eficiencia marginal del capital, que es igual que la curva de demanda de inversión.

Más adelante distingue entre el espíritu de empresa y la especulación. La palabra empresa o espíritu de empresa se reserva para la tarea de prever los rendimientos probables de los bienes por todo el tiempo que duren. La especulación en cambio se da cuando alguien que compra una inversión está poniendo sus esperanzas, no tanto en su rendimiento probable, como en un cambio favorable en las bases convencionales de valoración. A medida que mejora la organización de los mercados de inversión, comenta también Keynes, aumenta el riesgo del predominio de la especulación.

Tras definir estos conceptos, podemos ya citar textualmente lo escrito por Keynes hace más de 56 años: “El objeto real y particular de la mayor parte de las inversiones de los expertos, hoy día, es “ganar la delantera” (to beat the gun), como dicen los norteamericanos; ser más listo que el vulgo, y encajar la moneda falsa o que se está depreciando a otra persona” (pag. 142)

Para terminar, en la página 145 de la décima reimpresión de la segunda edición en español, editada por el Fondo de Cultura Económica, se puede leer: “Los especuladores pueden no hacer daño cuando sólo son burbujas en una corriente firme de espíritu de empresa; pero la situación es seria cuando la empresa se convierte en burbuja dentro de una vorágine de especulación. Cuando el desarrollo del capital en un país se convierte en subproducto de las actividades propias de un casino, es probable que aquél se realice mal.”

Embarcados en el gran reto de competitividad y convergencia hacia la plena integración en la Unión Económica y Monetaria Europea, huelgan comentarios.

JJ Franch

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