RENACIMIENTO DE LA POLÍTICA

Tenía «in mente» y a medio terminar varios artículos que creía podían ser interesantes para los lectores de Diario 16. Pero el teórico interés por la presunta importancia de mis ideas quedaron relegados rápidamente a sus justos términos al leer la magistral tríada del profesor Jiménez de Parga el miércoles, jueves y viernes pasados en estas mismas páginas.

El título genérico era «Gobernar con crisis económica». Aunque me extrañó, al fijarme en ese encabezamiento, pensé por deformación profesional que tan prestigioso profesor iba a caer en la tentación de introducirse en los vericuetos absurdos y cuantitativistas de los grafismos numéricos y en la problemática económica desnuda de ideas y de Política con mayúscula. Craso error inicial. Muy al contrario. Creo entender que recoge el clásico concepto de Economía Política que entendía la Oeconomía (moral o política) como el sabio y legítimo gobierno de la gran familia que es el Estado.

Si bien muchos análisis se dirigen últimamente a estudiar la influencia de la Economía sobre el Derecho y la Política, cabe también resaltar la notable significación que, para el mejor desarrollo y progreso económico, tiene el idóneo funcionamiento de las instituciones y normativas jurídicas al más alto rango. Ello resalta aún más en tanto en cuanto el Derecho actúa como factor ordenador de la vida económica. Pienso también que la Economía institucional es importante. El Derecho y la Economía están condenados a entenderse cordialmente. Si la libertad responsable, propiedad, intercambio, división del trabajo, capacidad de servicio, competencia y mentalidad empresarial generalizada, son las «instituciones» básicas que permiten y aceleran el incremento del valor económico, el Derecho cumplirá una insustituible tarea económica si es capaz de crear el marco adecuado para potenciar y defender estos principios básicos de la economía de mercado sin intervencionismos y coacciones trasnochadas.

Desde el punto de vista del calado político considero el artículo referido a la Administración única y capital reticular el más importante de los tres. Pero la explicación es tan clara y la conveniencia de su puesta en práctica tan rotunda que el único comentario que merece es el de animar y exigir a la clase política que deje de zascandilear con la competencia interregional y se ponga de acuerdo y a trabajar con premura en algo que nos concierne a todos de modo tan evidente. Cuanta más colaboración y cooperación interna mayor prestigio y capacidad de competencia en y con el exterior. Cuantos más celos interpartidistas e interregionales peor situación para todos.

Aunque no es mi especialidad ni el Derecho, ni mucho menos el Derecho Procesal, sólo hace falta un mínimo de conocimientos sobre la organización de cualquier tarea o empresa en nuestra compleja sociedad financiera y postindustrial para estar de acuerdo en la necesidad de sustituir el Juzgado unipersonal por un magistrado titular asistido por jueces adjuntos, varios letrados colaboradores y un equipo de expertos en las materias sobre las que se pronuncian los jueces. La comparación con la explosión de consejeros, colaboradores, técnicos, asesores… etc. en otras áreas de la administración resulta sencillamente vergonzosa.

Sin quitar un ápice al valor de las demás propuestas, personalmente me resultan muy atractivas las ideas para la regeneración de nuestra democracia que se esbozan en la primera entrega de la serie. Junto a la parálisis económica empieza a extenderse con fuerza en Europa el cansancio y aburrimiento rutinario de la democracia de partidos y del monolitismo y corrupción internas de esas mismas formaciones políticas que se articulan en torno a un poder aislado personal y altamente asesorado. La disciplina de voto y las listas cerradas convierten el debate transparente y abierto de las ideas en lucha ideológica monocorde. Ese voto cautivo de las nomenclaturas de los partidos transforma los ricos y variados matices de esas mismas ideas y propuestas políticas en un frontón con peloteo obsoleto, unidireccional y absurdo entre izquierdas y derechas. Los debates de ideas en el Parlamento, se convierten en luchas ideológicas donde cada gladiador busca el Telón de Aquiles personal del contrincante y se atrinchera numantinamente en el poder conquistado y mantiene sus decisiones y afirmaciones defendiéndolas a capa y espada (por muy torpes que sean) contra toda razón y contra el siempre fecundo sentido común. Triunfan las rancias ideologías y pierden las ideas renovadoras.

En lo único que no estoy de acuerdo con el profesor es en dejar tiempo a que se aclaren y decidan nuestros actuales políticos para poner en marcha estas reformas. Hay otras vías más rápidas, incluso sin reformas electorales, para exigir y poner en marcha esos proyectos. Hablaremos más adelante. Lo que queda claro es que necesitamos Política a lo grande, Ética de verdad y Filosofía con mayúscula: Sabiduría. No sé si quien más poder tiene y ha tenido en España en estos años guarda en su interior ambiciones más altas para nuestro país que sus conciudadanos. De lo que sí que estoy seguro es que no ha demostrado la sana ambición de alta Política que plantea el profesor Jiménez de Parga desde la terraza escrita y abierta de un periódico plural.

José Juan Franch Menéu

Diario 16, Lunes 16 de Agosto de 1993

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